Patrimonio cultural y monumentos
Con la ampliación del concepto de patrimonio cultural, han aumentado considerablemente las expresiones culturales susceptibles de catalogarlas como tal. Esto implica que, en la práctica, sean imprescindibles las divisiones necesarias para gestionar correctamente el patrimonio cultural. Es lo que llamamos patrimonios culturales específicos.
Patrimonio cultural monumental
Atendiendo a los inicios de la gestión del patrimonio cultural, como disciplina, es preciso reconocer que los primeros logros se obtuvieron gracias a las personas especialistas en arquitectura: de este interés surgieron iniciativas e intervenciones de conservación en monumentos por las que gran patrimonio construido ha llegado hasta la actualidad.
Entonces ¿arquitectónico o construido?
El adjetivo arquitectónico hace referencia a los inicios de este patrimonio específico y el calificativo construido se empleó como sinónimo de edificado. Actualmente, y siendo el más empleado por la administración pública y por los académicos y profesionales del sector, el más comúnmente usado es arquitectónico.
Entendemos como monumento como aquella realización arquitectónica o de ingeniería de dimensión colosal. El monumento puede ser individual o formar parte de un conjunto (conjunto monumental).
El tratamiento legal de este patrimonio cultural específico es complejo ya que está asociado a políticas urbanísticas de las ciudades. Por este motivo se elaboran planes especiales en relación al planteamiento territorial.
Los monumentos singulares y de reconocida importancia, al catalogarse como BIC, gozan de las mayores medias de protección. El problema reside en los bienes culturales inmuebles que no son reconocidos como BIC ya que quedan en un limbo administrativo ante los que hay gran confusión en su gestión y uso.
No obstante, el patrimonio cultural, en general, y los monumentos, en particular, se enfrentan a una difícil situación: Su conservación y transmisión a futuras generaciones precisan de recursos que, actualmente, se presentan insuficientes. Por estos motivos, la gestión del patrimonio cultural precisa de nuevas estrategias, más eficaces y eficientes.
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